𝗦𝗠.𝟬𝟰𝟲
Abril 2023

[ENG]
A few weeks ago, the first planetary defense test was successfully carried out: the DART probe diverted the orbit of the asteroid Dimorphos. With this NASA operation we know, once again, that when we humans play god we are unstoppable, that we are not going to become extinct like the dinosaurs as long as progress makes us move. However, while this space shock was brewing 11 million kilometers away, here, more specifically in Torelló (Barcelona), a disc was being created that is like the Trojan horse of asteroids. Sin has made a crater or is going to do so; we are talking about Meant to collide of wud.

The second album of the band arrives three years after the debut Okeanos (2019), three are also the nuclear components that currently form it (and not the five before) and, again, three are the letters with which the name of the band remains (wud), previously they were called Wood. It seems that many things have changed in three years and that's right, the group has grown while it has been reduced and this new album testifies to that. The eight songs concisely concentrate the soul of the project. Although what they continue to love is the structured edginess of math-rock, they want the work to have punk-rock and pop constantly on the horizon, which makes the computation more digestible for all kinds of ears that like sharp-guitars music.

Behind the songs we find Marc Fernández, Aleix 'Jimmy' Vilarrasa and Rai Costa, three friends of Torelló who for the last, almost, two years have been carrying out the recording. A long and arduous process that has gone through different studios, such as Fontderola by Jordi Casadesús and Jordi Torrents, or Lluerna by Èric Fuentes, but above all it has been hatched in their rehearsal room where they themselves have persevered in the attack to record a good part of the instrumental. The trio's bizarre ideas have been grounded with millimeter precision, faithfully capturing the centennial hyperactivism that accompanies them wherever they go. On the one hand, the songs trot lively and directed with a hardcore soul and rounded pop, on the other, if we look a little, we notice how the details of each cut are infinite, that the structures could be applied to the Sagrada Familia, that, in definitely, there is a lot of hard work.

That the process has been laborious is also noticeable in the guitarist's lyrics, words spat out with the impatience of someone who doesn't want to waste another minute in the loop of self-destructive thought. Meant to collide is a fight between the two opposite and complementary parts of oneself, and I say two to simplify. Between the adrenaline side that wants to end everything through romantic escape and the other, the one that wants to reconstruct the fragments of memory to heal from serenity. From this very personal dispute comes a more than possible collision which, deep down, is what makes the group's creative drive advance and, above all, what makes the feeling that the songs are alive because they are lived intensely.

Are we talking about emotions? Yes, thank God, because there such of this on the album, all the time, even in the instrumental interludes. The dreamy piano of “Barnum’s Circus”, the spectral autotune of “Lost Stars” or the Queens-of- Stoneagian guitar solo of “Cul-de-Sac” are at the service of the emotional magma of the musicians. The influence of highly emotional groups such as Delta Sleep (the English band performed one of the most memorable concerts for the wud crew at Torelló’s Arundo Fest in 2018), Algernon Cadwallader or Faraquet is noticeable.

Over the years we are discovering where exacerbated technological progress is leading us: that's right, to collapse. Meanwhile, but, this band warns us that they have already arrived there and that humanity can be taken in abundance from there, in fact, there is nothing more human than collapsing.

[CAS]
Hace unas semanas se materializó con éxito el primer ensayo de defensa planetaria: la sonda DART desvió la órbita del asteroide Dimorphos. Con esta operación de la NASA sabemos, otra vez, que cuando los humanos jugamos a ser dios somos imparables, que no nos vamos a extinguir como los dinosaurios mientras el progreso nos haga mover. Ahora bien, mientras este choque espacial se iba cociendo a 11 millones de kilómetros, aquí, más concretamente en Torelló, se gestaba un disco que viene a ser como el caballo de Troya de los asteroides. El pecado ha hecho cráter o lo va a hacer, hablamos de Meant to collide de wud.

El segundo álbum del grupo llega tres años después del debut Okeanos (2019), tres también son los componentes nucleares que lo forman actualmente (y no los cinco de antes) i, otra vez, tres son las letras con las cuales de queda el nombre de la banda (wud), que antes hacía referencia a la madera (Wood). Parece queen tres años hayan cambiado muchas cosas y así es, el grupo ha crecido al mismo tiempo que se ha reducido y este nuevo disco así lo testifica. Las ocho canciones concentran de manera más concisa el alma del proyecto. Aunque lo que les continúa chiflando es el atrevimiento estructurado del math-rock, quieren que el trabajo tenga el punk-rock y el pop constantemente en el horizonte, cosa que hace que el cómputo sea más digerible para toda clase de orejas a les que les guste la música de guitarras afiladas.

Detrás de las canciones encontramos a Marc Fernández, Aleix ‘Jimmy’ Vilarrasa y Rai Costa, tres amigos de Torelló que durante los últimos, casi, dos años han estado sacando adelante la grabación. Un proceso largo y arduo que ha pasado por diferentes estudios, como el de Fontderola de Jordi Casadesús y Jordi Torrents, o el Lluerna de Èric Fuentes, pero que sobre todo se ha tramado en su local de ensayo donde ellos mismos han perseverado en la acometida de grabarse buena parte del instrumental. Las rocambolescas ideas del trío se han aterrizado con precisión milimétrica, plasmando fielmente el hiperactivismo centennial que les acompaña a dondequiera que vayan. Por un lado, los temas trotan vivos y dirigidos con alma hardcore y redondeo pop, por el otro, si nos fijamos un poco, notamos como los detalles de cada corte son infinitos, que las estructuras podrían aplicarse a la Sagrada Familia, que, en definitiva, hay mucha piedra picada.

Que el proceso haya sido laborioso también se nota en las letras del guitarrista, palabras escupidas con la impaciencia de quién no quiere perder ni un minuto más en el bucle del pensamiento autodestructivo. Meant to collide es una lucha entre las dos partes opuestas y complementarias de uno mismo, y digo dos para simplificar. Entre la vertiente adrenalínica que tiene ganas de acabar con todo a través de la evasión romántica y la otra, la que quiere reconstruir los fragmentos de la memoria para curarse desde la serenidad. De esta disputa personalísima sale una más que posible colisión que, en el fondo, es lo que hace avanzar la pulsión creativa del grupo i, sobre todo, la que hace aforar la sensación de que las canciones están vivas porque se viven intensamente.

¿Estamos hablando de emociones? Sí, gracias a dios, porque en el álbum hay de este género, todo el rato, incluso en los interludios instrumentales. El piano soñador de “Barnum’s Circus”, el autotune espectral de “Lost Stars” o el solo de guitarra Queens-of-stoneagiano de “Cul-de-Sac” están al servicio del magma emocional de los músicos. Se nota la influencia de grupos altamente emotivos como Delta Sleep (los ingleses protagonizaron uno de los conciertos más memorables para los wud en el festival Arundo de Torelló del año 2018), Algernon Cadwallader o Faraquet.

Con los años vamos descubriendo donde nos lleva el progreso tecnológico exacerbado: así es, al colapso. Mientras tanto, pero, los wud nos avisan de que ellos ya han llegado allí y que de allí se puede sacar humanidad a raudales, de hecho, no hay nada más humano que colapsar.